(Francoise Sagan)
Noto el sabor salado que dejan mis lágrimas cuando recalan por un momento en la comisura de mis labios antes de seguir su camino fugaz hacia el nacimiento de mi cuello. Lloro sin pudor ni vergüenza delante de mis amigas y supongo que es éso precisamente lo que me libera.
Estoy cansada. Estoy cansada y me
alegro de que Sara y Elena sepan lo mismo que yo. Me alivia no haber
tenido que contarles en profundidad la verdadera historia y que, a pesar de todo,
ellas estén a mi lado, dispuestas a afrontarlo conmigo: a escuchar
mis palabras o a respetar mis silencios.
Después de todo de eso
tratan las grandes amistades, de acompañar sin juzgar. Y me
maravilla que ellas sientan eso por mí, yo que las he juzgado en
tantas ocasiones...
Realmente no pensé que yo pudiera
necesitar ayuda, ni aun en estos momentos. Estaba convencida de que
podría solucionar mis problemas sola, como habitualmente. Sin
embargo no ha sido así, y a cambio estoy conociendo la
reconfortante sensación del apoyo verdadero y sin condiciones.
Resulta infinitamente tentador dejarse arrastrar por la compasión
bien entendida y ese compañerismo casi olvidado. Siento que mi carga
es demasiado pesada para acarrearla yo sola, aunque se vuelve mucho
más ligera cuando se reparte el peso entre espaldas diferentes y
dispuestas.
Y si mi orgullo no es capaz de
soportarlo...¡Que se vaya también!, ¡que desaparezca tras los
últimos vestigios de mi matrimonio, ya que mi alma no necesita la
estrechez de miras de una indigente emocional!
-No creo que sea posible saber con
certeza y de forma global cómo iniciar una nueva vida- comienza
Elena respondiendo a mi pregunta- Lo que, por lo menos para mí,
resulta más sencillo es moldear lo abarcable, por ejemplo planificar
el día de hoy y vivir en el presente-
-Sí- reconozco que tiene razón- pero
es que en estos momentos no puedo tomar decisiones, me cuesta hasta
pensar en qué puedo preparar para cenar-
Es cierto. Yo, que he presumido en todo
momento de llevar las riendas de mi organizada vida, contemplo con
indiferente distancia cómo los imprevistos se van colando con
facilidad y en tropel por entre las ruinas de mi controlado y remoto
pasado...
-Es muy difícil hacerle frente a la
inseguridad- interviene Sara- Da miedo adentrarse en la negrura de un
futuro que ni tan siquiera te planteabas, que no entraba dentro de tus objetivos de mujer organizada. Sin embargo tú cuentas con un arma
poderosa...- calla con una sonrisa pícara y le imploro con la mirada
que siga- Una extraordinaria disciplina que para mí la quisiera
yo...-
-¡Y yo, y yo!- afirma categoricamente
Elena
- Cumples los planes a rajatabla-
continúa Sara- así que solo necesitas un programa a seguir.
-¡Ay!- suspira Elena- Si yo tuviera la
mitad de autocontrol que Irene, a día de hoy me quedarían grandes
sus pantalones más pequeños...- Se ríe. Echando la cabeza hacia
atrás y con la boca abierta.
Me río. Y redescubro con asombro el
chispeante cosquilleo de una risotada naciendo en mi pecho. Intento
recordar cuánto tiempo ha pasado desde la última vez que escuché
el sonido cantarín de una carcajada mía. Demasiado.
-Vale, admito que yo soy disciplinada,
pero las de las ideas soy vosotras, de modo que soy toda oídos-
respondo mirando principalmente a Sara, cuya creatividad me resulta
asombrosa.
Se siente aludida. Enrojece
ligeramente, creo que halagada.
- Tenemos que encontrar un método para
romper con los bloqueos de cualquier tipo que nos impiden avanzar. No
solo para que tú empieces de cero, yo también me apunto. En tu caso
necesitas una nueva línea de salida en el ámbito de lo afectivo, en
el hogar.
Yo, en cambio, necesito romper con la servidumbre que
supone no haber dirigido correctamente mi camino en el aspecto
profesional- calla un tanto apesumbrada- Hasta ahora.- Y vuelve a
sonreir.
Miramos a Elena al unísono. Nos
devuelve la mirada a ambas alternativamente, yergue el busto y se
pellizca a la altura de la cintura.
-Mi nombre en grande en esa lista por
favor- añade con su habitual sorna- ¿Hace falta que mencione cuál
es mi necesidad de cambio?-
Va a salir bien, seguro. Es imposible que todo este entusiasmo y energía surjan en vano.
Por primera vez en mi vida no tengo preparado un plan detallado y, sin embargo, me encuentro confiada.
Porque no estoy sola.