“Vengo con mi recuerdo inmutable, tan
intacto en su ayer que no encaja en el ahora”
(José Luis Sampedro)
Se sienta y se ríe.
- ¿Qué te pasa?- pregunta Sara sonriendo contagiada por su alegría.
- La verdad es que no tiene ninguna gracia- contesta Irene- pero como me habéis abducido, ahora me tomo las cosas de forma positiva y me río por cualquier cosa- añade irónica.
- Cuando venía hacia aquí un chico me ha llamado señora. En la puerta del cajero le ha dicho a su amigo: “deja que pase la señora”- prosigue- Y no era un niño de diez años, no, tendría unos veinte. ¡Qué mayor me he sentido!-
-Bueno- interviene Sara riendo- piensa que por edad, incluso podrías ser su madre-
- Ya- continúa Irene- Pero es triste pensar que invierto un montón de tiempo y dinero en gimnasio y cremas para que al final, en vez de ser una madurita sexy, sea: ¿una señora? ¡Vaya fracaso!-
Se ríe. Nos reímos las tres, pero creo que en el fondo no le hace ninguna gracia.
Me parece que Irene pretende ganar la batalla al tiempo, y contar derrotas resulta catastrófico para su autoestima.
-¡Pero si estás estupenda!- le animo. De verdad lo pienso- Yo no he tenido ese cuerpo ni con veinte años...-
- No se trata tanto del cuerpo como de la cara- responde con un gesto de resignación- Son las arrugas, las marcas de expresión, la flaccidez... Cuando más consciente soy de ello es cuando reviso antiguas fotos. Envidio esa tez lisa, ese rostro resplandeciente...-
-¡Uy las fotos!- comenta Sara- A mí las fotos antiguas, además de evidenciar los estragos causados por las modas tanto en el pelo como en la ropa,- nos reímos- me llevan directamente al momento en que fueron sacadas. Vuelvo a revivir entonces emociones del pasado, que ya sabéis que es mi paraíso perdido-
Suspira y continúa- Objetivamente soy consciente de que estoy en un momento estupendo de mi vida. Tengo una familia a la que adoro y me estoy empezando a querer y a valorar a mí misma también. Comienzo a lograr un equilibrio entre la mujer que soy y la que quiero llegar a ser... Sin embargo, a veces echo en falta sensaciones que se quedaron en el pasado...-
- Te entiendo- sigue Irene- Yo añoro las ilusiones intactas. Tener toda la vida por delante para cumplirlas antes de que el tiempo, una vez conseguidas, se encargue de devaluarlas- añade casi para si misma-
Estoy convencida de que el día que fuimos a las rocas Irene expulsó algo más que un grito. Se está empezando a sincerar y a soltar lastre. Le va a venir muy bien.
- Yo sobre todo recuerdo las primeras
veces. Bueno, más bien los momentos anteriores a todas las primeras
veces...- prosigue Sara.
-El día anterior a emprender el primer
viaje con alguna amiga. Justo antes de entrar, por vez primera, a
clase en la Universidad. El instante previo a acudir a una cita con
un chico al que acabas de conocer, prepararse antes de salir de
fiesta un sábado. Ese momento en el que eres consciente de que vas a
hacer al amor por primera vez...-
Creo que nos ha convenido a las dos. Yo también echo de menos esos momentos. Sara continúa:
- Sin embargo, nada me parece
comparable al segundo justo anterior al primer beso. Y no hablo del
primer beso en la vida- sonríe con mirada pícara- sino del primer
beso con cada chico.
Ese instante en el que el mundo se
reduce a una burbuja cerrada habitada por los dos. En el que sientes
el vértigo porque sus ojos te atraen como el abismo y te pierdes en
su mirada. Ese momento en el que todo tu cuerpo se convierte en pura
gelatina y crees que tus piernas no te van a sostener. Acercarse a
cámara lenta, la respiración agitada, y una amalgama de alientos
cuando las bocas están ya próximas. Una promesa que pasa a ser
realidad cuando los labios al fin se juntan y las lenguas pasan a
explorar la boca ajena...-
- ¡No sigas por favor!-interrumpe
Irene riendo- ¡Me estoy derritiendo! ¡Quiero vivir esa sensación!-
-¡Yo también!- secundo con un
puchero- ¡Y la quiero ahora!-
Nos reímos y después callamos. Cada una embebida de sus propios besos.
- Y tú, ¿qué es lo que más echas de menos?- me pregunta Sara rompiendo el silencio.
Reflexiono por un momento y lo tengo claro:
- Sentirme segura ante el espejo- afirmo rotunda- Y creo que no es una cuestión tanto de edad como de actitud. Tú antes has comentado que en tu caso no era una cuestión de cuerpo.- me dirijo a Irene que asiente con la cabeza- En el mío sí: este no es el mejor momento en mi relación con él, y añoro cuando nos llevábamos bien, cuando colaborábamos. No era una top model, pero me sentía atractiva. Y tenía fuerza de voluntad...-
-Pero sigues con la dieta,¿no?-
pregunta Irene- ya se te empieza a notar...-
- Bueno- respondo- Unos días más que otros...-
¡Vaya beso!¡Qué envidia!
ResponderEliminarSí,¿verdad? y lo mejor es que casi todas lo hemos experimentado en alguna ocasión.
Eliminarmuy buena la entrada. Parece que el paso del tiempo, de formas diferentes, nos preocupa a todas ¿no?
ResponderEliminarMuchas gracias. Yo también lo creo así.
Eliminar¡Me encanta!
ResponderEliminar¡Muchas gracias!
Eliminar¡Qué recuerdos!!!! Me derrito yo también, jajaja
ResponderEliminarSí, ¿verdad? A veces es tan bonito recordar...
Eliminar