“El sol es nuevo cada día"
(Heráclito de Éfeso)
Por lo visto Irene sabía lo de su
marido, así que al menos esa noticia incendiaria no la ha conocido
de mi boca.
Parece que está llorando. El rostro
ligeramente inclinado hacia el suelo, los hombros encorvados, las
lágrimas resbalan lentamente por su mejilla, con mansedumbre, como
si no quisieran molestar.
De pronto todo se ha convertido en un
momento absurdamente silencioso centrado en el llanto mudo de Irene.
Es curioso, porque la sinceridad de sus
emociones le otorgan una dignidad propia de las protagonistas de las
grandes novelas.Siento que a pesar del rímel corrido, en este instante me parece francamente hermosa. Con una belleza un tanto trágica y tan fugaz como inesperada...
Alza el rostro, pero no endereza la
postura. Sorbe ruidosamente por la nariz, ¿quién lo hubiera
imaginado de Irene?, y sigue hablando. Definitivamente Elena y yo nos
hemos quedado mudas.
-Se ha ido con ella. Ha dejado todo lo
que habíamos logrado para correr detrás de otra mujer. Ha
encontrado el amor, dice. Lo que sentía por mí no se parecía en
nada a ese nuevo sentimiento...¡Qué cinismo! Es como decirme que
hemos vivido en una pantomima que ya cansa porque ha durado más de
lo aceptable.-
Bueno, no creo que sea tan
descabellado. Hay veces en las que tomamos por realidad simples
reflejos solo porque se acercan al concepto que tenemos de la verdad.
Como en el Mito de la Caverna de Platón.
Supongo que es fácil que ocurra eso
con el amor: confundirlo con algo parecido, o con lo que creemos y
esperamos que debe ser amor hasta que llega, desbaratando todo lo
precedente, el verdadero sentimiento. Y ya no hay marcha atrás.
Pero por supuesto, me mantengo callada.
Hablar de ello ahora supondría una afrenta para el frágil corazón
de Irene y, sobre todo, para su ego herido.
-Como llevamos tantos años juntos,
salvo dos o tres excepciones- prosigue señalándonos- casi todos
nuestros amigos son comunes. Y es sencillo dividir los bienes
materiales, simple aritmética pero, ¿quién se queda con los
amigos?
Tengo la impresión de que ellos creen
que soy la merecedora de su lealtad. Después de todo yo soy la
abandonada ¡Y por otra mujer, nada menos! Sin embargo, en mi fuero
interno estoy convencida de que muchos apoyan a Ángel, y lo
animarían abiertamente si no fueran a comprometer con ello su
fidelidad-
-No pienses en ello- interviene Elena-
Ahora debes centrarte exclusivamente en ti y en tu hijo-
-Cuando pregunté a Ángel en qué
había fallado- continúa Irene ignorando a Elena- me contestó que
en nada, pero que yo le hacía sentirse como si el que fallara en
cada momento fuera él. Me dijo que jamás podría llegar a ser la
persona que yo esperaba que fuera, y se marchaba a intentar parecerse
a la persona que él quería ser...-
¡Ostras! Siento verdadera lástima por
el dolor de Irene, eso es incuestionable, a pesar de ello, y aunque
quizá no debiera, también empiezo a experimentar una profunda
admiración por la valentía de Ángel.
-Y se fue...- remata Irene con un
sollozo perfectamente audible- y ahora, ¿qué hago yo?-
-Empezar de nuevo- aventuro. Consejos
vendo pero para mí no tengo...
Me mira como si me viera por primera
vez.
- Y eso, ¿cómo se hace?-
Y eso, ¿cómo se hace?... Creo que ya lo ha hecho. Parece que asoma un poquito de la Irene de verdad.
ResponderEliminarPuede que sí. En algunas situaciones es extremadamente complicado mantener las apariencias...
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