El timbre. ¿Ya son las siete? Irene ha llegado y yo todavía no he terminado de vestirme… Me vuelvo a mirar en el espejo. Es pura vanidad, lo sé, pero ¡me encanta!
Creo que el punto de inflexión fue la separación de
Irene, porque hemos cambiado las tres con ella y a través de ella.
Supongo que al ser consciente del esfuerzo tan
grande que tuvo que suponer para Irene volver a retomar su vida de siempre pero
totalmente diferente, decidí que perder peso, mi Everest particular, tenía que
resultar poco más que un camino de rosas…
Y no es que lo haya sido, pero tampoco me ha
parecido tan terrible como lo había sido anteriormente.
Quizá haya influido el hecho de tener a mi lado la
disciplina de Irene y la imaginación de Sara. Me lo he tomado como un juego
cuya recompensa he sido siempre yo misma.
Cuando conseguí que me entraran mis antiguos
vaqueros, llegó el premio prometido: nos fuimos las tres a cenar a un
restaurante mexicano. ¡Cómo olvidar aquella noche!
Por encima de las copas vacías
de los margaritas y a través de lágrimas etílicas, nos juramos amistad eterna…¡cómo
lo pasamos!
Porque es cierto que no he renunciado a disfrutar.
Vivo como siempre, habitando todos y cada uno de los momentos de mi vida pero
he añadido la disciplina como un ingrediente más en la receta de mi existencia.
Clasifico los asuntos pendientes en tres grupos en
función de su premura.
Están los asuntos urgente, los que no se pueden
posponer y debo zanjar de inmediato, luego están los que hay que despachar pero
pueden esperar y, finalmente, hay asuntos que simplemente puedo ignorar…Así, sin pensar demasiado, introduciendo en mi rutina este sencillo esquema de manera mecánica, voy logrando lo impensable: Termino lo que empiezo y no se me acumulan tareas pendientes.
Definitivamente, sin dejar de ser yo, estoy consiguiendo
ser mi mejor yo.
Una última mirada rápida al espejo antes de calzarme…¡Ya
está!
Abro la puerta de golpe, todavía calzándome un
zapato y me encuentro de bruces con Irene. Le sonrío. Sé que no se puede
resistir.
Parece que va a decir algo aunque, finalmente,
suspira y sonríe conmigo.
-
Vamos, Sara nos espera-
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