miércoles, 13 de febrero de 2013

Comenzar de Nuevo



                                                     “El sol es nuevo cada día"

                                                  (Heráclito de Éfeso)


Bueno, ya está. Estamos las tres en el mismo barco, sin secretos ni informaciones ocultas.

Por lo visto Irene sabía lo de su marido, así que al menos esa noticia incendiaria no la ha conocido de mi boca.

Parece que está llorando. El rostro ligeramente inclinado hacia el suelo, los hombros encorvados, las lágrimas resbalan lentamente por su mejilla, con mansedumbre, como si no quisieran molestar.

De pronto todo se ha convertido en un momento absurdamente silencioso centrado en el llanto mudo de Irene.
Es curioso, porque la sinceridad de sus emociones le otorgan una dignidad propia de las protagonistas de las grandes novelas.
Siento que a pesar del rímel corrido, en este instante me parece francamente hermosa. Con una belleza un tanto trágica y tan fugaz como inesperada...

Alza el rostro, pero no endereza la postura. Sorbe ruidosamente por la nariz, ¿quién lo hubiera imaginado de Irene?, y sigue hablando. Definitivamente Elena y yo nos hemos quedado mudas.

-Se ha ido con ella. Ha dejado todo lo que habíamos logrado para correr detrás de otra mujer. Ha encontrado el amor, dice. Lo que sentía por mí no se parecía en nada a ese nuevo sentimiento...¡Qué cinismo! Es como decirme que hemos vivido en una pantomima que ya cansa porque ha durado más de lo aceptable.-

Bueno, no creo que sea tan descabellado. Hay veces en las que tomamos por realidad simples reflejos solo porque se acercan al concepto que tenemos de la verdad. Como en el Mito de la Caverna de Platón.
Supongo que es fácil que ocurra eso con el amor: confundirlo con algo parecido, o con lo que creemos y esperamos que debe ser amor hasta que llega, desbaratando todo lo precedente, el verdadero sentimiento. Y ya no hay marcha atrás.

Pero por supuesto, me mantengo callada. Hablar de ello ahora supondría una afrenta para el frágil corazón de Irene y, sobre todo, para su ego herido.

-Como llevamos tantos años juntos, salvo dos o tres excepciones- prosigue señalándonos- casi todos nuestros amigos son comunes. Y es sencillo dividir los bienes materiales, simple aritmética pero, ¿quién se queda con los amigos?
Tengo la impresión de que ellos creen que soy la merecedora de su lealtad. Después de todo yo soy la abandonada ¡Y por otra mujer, nada menos! Sin embargo, en mi fuero interno estoy convencida de que muchos apoyan a Ángel, y lo animarían abiertamente si no fueran a comprometer con ello su fidelidad-

-No pienses en ello- interviene Elena- Ahora debes centrarte exclusivamente en ti y en tu hijo-

-Cuando pregunté a Ángel en qué había fallado- continúa Irene ignorando a Elena- me contestó que en nada, pero que yo le hacía sentirse como si el que fallara en cada momento fuera él. Me dijo que jamás podría llegar a ser la persona que yo esperaba que fuera, y se marchaba a intentar parecerse a la persona que él quería ser...-

¡Ostras! Siento verdadera lástima por el dolor de Irene, eso es incuestionable, a pesar de ello, y aunque quizá no debiera, también empiezo a experimentar una profunda admiración por la valentía de Ángel.

-Y se fue...- remata Irene con un sollozo perfectamente audible- y ahora, ¿qué hago yo?-

-Empezar de nuevo- aventuro. Consejos vendo pero para mí no tengo...

Me mira como si me viera por primera vez.

- Y eso, ¿cómo se hace?-