jueves, 13 de septiembre de 2012

Conociendo a Elena II


Cuarenta y un años bien llevados, la sonrisa fácil y el gesto pausado.

El cabello, castaño claro, cuelga hasta sus hombros en una melena lisa partida por la mitad o domado hacia atrás cuando lo recoge en una desmadejada coleta floja.

Las canas a menudo festonean sus sienes, porque se siente perezosa para acudir a la peluquería con la frecuencia con la que demandan las raíces de su pelo.

Sus ojos son azules tirando a grises: sosegados, dulces, acogedores.

El rostro recuerda al de una Madonna de un pintor barroco: el óvalo redondo, la piel fina y luminosamente clara. Sobre ella en contraste, diríase casi en relieve, una boca de labios rojos y dientes grandes.

Se ríe mucho. A carcajadas. Con la a.
Frecuentemente contagia a las personas de su entorno con el sonido cantarín de su risa y las impulsa a participar de su alborozo.

Mide 1´64 m. De su peso no habla.

Es rotunda de formas. Cadera ancha y pecho generoso, muy femenina.

Normalmente viste cómoda, con mallas y botas altas, jerseys amplios o largos vestidos vaporosos.
Sin embargo hay días en los que se despierta sexy, se sube a unos tacones y se embute en una blusa de escote pronunciado.

Entonces se mira en el espejo y se siente poderosa.

No se resigna a su actual talla, por lo tanto, en su armario conviven en singular armonía las prendas que usa junto con las que, aunque no pierde la esperanza de volver a ponerse, en estos momentos no le es posible.  

Su perfume se compone de notas cítricas que se elevan por encima del olor a suavizante de su ropa.

Nunca se maquilla, por pura pereza.
No obstante, en ocasiones especiales, se regodea sombreando sus párpados con colores metálicos que realzan el color de sus ojos y erotiza sus labios aplicando sobre ellos un sensual y húmedo gloss brillante.

Entonces se mira en el espejo y siente que Cenicienta se ha convertido en princesa.

Sus joyas se reducen a la clásica alianza de boda y a unos pendientes de oro blanco que le regaló su marido el día en que nació su hijo.

Cuando está pensativa o escucha atentamente, apoya el codo izquierdo en cualquier superficie que se encuentre a su alcance, y con esa mano acaricia el lóbulo de su oreja.

Emana de todo su ser una profunda sensación de presencia absoluta y de perfecto enraizamiento.


Ella es Elena...

miércoles, 5 de septiembre de 2012

Bendita Ignorancia


              “No sabemos lo que nos pasa, y eso es precisamente lo que nos pasa”

                                            (José Ortega y Gasset)



¿Llego tarde o es que Elena y Sara han llegado pronto?

Ya han terminado los cafés y, por lo que veo, Elena ha consumido también algo de bollería. Quedan migas delatoras en un plato. ¿Qué le habrá ocurrido esta vez? ¿Qué poderoso motivo le habrá obligado a saltarse la dieta? Yo ya ni pregunto. En fin.

Están hablando de trabajo. Más bien de su ausencia.
Me saludan un tanto distraidamente, como si les costara mirarme, y siguen con la conversación:

- Bueno- cuenta Elena- los masajes no son productos de primera necesidad, y la gente espera a tener una contractura descomunal para venir a visitarme...

Antes repartía las citas con mucha antelación. Cuando terminaba una sesión, el cliente normalmente pedía hora para la siguiente.
Ahora te suelta el temido: “Ya te llamaré”, que significa que, con suerte, volverá cuando antes de cruzar una calle tenga que mover, en vez de solo el cuello, todo el cuerpo de un lado a otro para ver si vienen coches...-

Nos reímos pero asentimos con la cabeza.

Personalmente no creo que mi puesto de trabajo corra peligro a corto o medio plazo, sin embargo estoy preocupada por Ángel.

Este fin de semana ha tenido que asistir a una muy larga reunión laboral. Llegó ayer, cansado. No contó nada.
Esta mañana, antes de irse, ha musitado que tiene que hablar conmigo. Casi lo ha susurrado, como si no quisiera que el niño le oyera. Parecía serio.

Creo que algo no marcha en su empresa, pero no comento nada.

Habla Sara:

- Sí, el tema laboral está mal para todos.
Cuando comencé a escribir, pensaba que Internet iba a ser la salida natural a mi creatividad, que las nuevas tecnologías se aliarían para dar a conocer mi trabajo.

En un principio me resultó incluso sencillo. Me convertí rápidamente en colaboradora habitual en una página web fija, y, aunque el sueldo no era para lanzar cohetes, me encontraba realmente satisfecha conmigo misma, porque estaba convencida de que había subido el primer peldaño, y de que mi avance iba a ser ya imparable. Ocurrió todo lo contrario.

Poco a poco fueron escaseando los encargos, y un buen día, sin previo aviso, la página web con la que colaboraba dejó de existir.
Sin una explicación, sin conocer nunca el motivo, me encontré igual que al principio. O peor, puesto que en lugar del imparable avance que había vaticinado, llegó mi primer gran retroceso.

Decidí, entonces, introducirme en el mundo de los redactores por encargo... ¡vaya jungla!- Sara toma aire y resopla con fuerza- Me he encontrado con situaciones verdaderamente bochornosas: personas que, sin ningún pudor, copian los contenidos de otras y los presentan como propios, gente que decide que cualquiera puede dedicarse a escribir y entregan trabajos repletos de fallos ortográficos garrafales... y no estoy hablando de alguna tilde mal colocada, no. Hablo de haches y uves...

Durante esta andadura, he descubierto además, que hay páginas en Internet en las que registrarse como autor. Ponen en contacto a los redactores con los clientes potenciales quedándose ellos con una parte del dinero que ingresa el autor. Hasta aquí todo correcto.
Existen varias categorías de escritores,dependiendo del talento demostrado en una prueba de redacción inicial. Según la categoría, la tarifa es diferente. Bien.
Lo sorprendente del caso es que los escritos de la categoría inferior, los más baratos, se describen como buenos, y en la explicación se especifica que “contienen algunas faltas de ortografía” ¿Es eso profesional?

Y lo más humillante de todo...- Sara vuelve a respirar hondamente- es cuando ofrecen un euro por un artículo que debe ser lo suficientemente largo, original, bien escrito, a poder ser por un licenciado en Periodismo o similar...¡Un euro!
 
SOY UN ARTISTA. Eso no significa que vaya a trabajar gratis. by l3utterfish
¿Es eso lo que vale mi tiempo, mi esfuerzo y mi dedicación? ¿Plasmar en palabras una historia creada de la nada solo cuesta un euro?- Sara está indignada, nunca la había visto así- Lo malo es que hay personas que aceptan estas condiciones, por lo que es muy posible que los abusos sigan existiendo.

Soy muy consciente de que no es a través de esa jungla por donde cruza mi camino, pero necesito encontrar o inventar otra forma de ganarme la vida con esto. De lo contrario tendré que dejarlo y olvidarme de la escritura para siempre... ya sabéis, Don Dinero manda...- finaliza con una mueca de tristeza.





Tiene razón. Nos acostumbramos rápido a los dos sueldos, a las comodidades, y gastamos en base a lo que ganamos. Si se reducen los ingresos, nuestra vida cambia. Vivimos en base al dinero que tenemos...

Si ahora Ángel se quedara sin trabajo dispondríamos de menos y tendríamos que renunciar a ciertos extras que hacen que mi vida sea más placentera.

Espero que sea un malentendido y que lo que me tiene que contar no tenga nada que ver con esto...