martes, 17 de abril de 2012

La Empatía: Apreciar los Sentimientos Ajenos



“Si conociésemos a los demás como nos conocemos a nosotros mismos, sus acciones más reprochables nos parecerían dignas de indulgencia”

                                                  (André Maurois)




Irene ha respondido con un cabeceo rápido y enérgico a la pregunta de Elena y, con los labios cerrados, ha emitido un sonido nasal para indicar que sí es feliz. No ha resultado convincente. Y me da igual.

Elena ha ido al baño hace un momento y llevamos un rato intolerablemente largo en silencio. No resulta cómodo. Y me da igual.

Respiro hondo. Irene no tiene derecho a hablarme de esa manera.
Bueno, si es que se estaba dirigiendo a mí. Quizá no. Quizá luchaba contra ella misma.

Vale, pero no es justo que me haga sentir así. No lo es.
 
Aunque, bien mirado, ¿es ella la culpable? No lo sé. Tiene sobre mí el poder que yo le otorgo. Ni más, ni menos.
Soy yo la que permito que me influya su discurso.

Todo eso es cierto, de acuerdo. Sin embargo, lo que es innegable es que Irene sabe lo vulnerable que soy y cómo me afectan las cosas y se aprovecha de ello para resultar la fuerte por comparación. Siempre la comparación.
No sé. Tal vez no es tan innegable. Probablemente, en el fondo, ella sea mucho más insegura que yo y lo único que pretendía con su alegato era huir de su propia fragilidad. Puede que no conozca otra forma de hacerlo que dejar expuesto, de su parte, a alguien que ella considere débil.

Le lanzo una mirada de soslayo. Tiene los ojos bajos y brillantes y la mandíbula apretada.
Señal inequívoca de rabia.
Pienso que esa ira reprimida le viene de su inútil afán por querer controlarlo todo. De su intransigencia hacia su persona y, por extensión, hacia los demás. También creo que esa rabia proviene de una tristeza interna como leí hace poco en un cuento de un libro de Jorge Bucay que me prestó Elena.
No es tan fuerte como aparenta. Y ahí está, tan expuesta... ¡Estúpida empatía y mierda de desarrollo personal! Ahora siento lástima por ella y tengo la necesidad de reconfortarla aunque mi propia rabia me aconseje lo contrario.

Elena vuelve del baño y toma asiento. Se percata de la situación y decide tomar las riendas.

- Si pudierais cambiar algo de vuestro interior, ¿qué sería?- Pregunta con toda la intención del mundo.

-Yo seguramente el miedo- contesto aliviada de romper el silencio- Frecuentemente me siento bloqueada por las preocupaciones, el temor al fracaso, a lo desconocido. El miedo al futuro al fin y al cabo. Vuelvo entonces la vista a mi pasado, al que para mí, es el refugio seguro. Por lo que me impido avanzar con seguridad y valentía.- No había reflexionado sobre este tema, pero en el momento en que termino de decirlo, descubro que tiene mucho sentido.

-Yo por supuesto, la inconstancia- toma el relevo Elena- Con lo entusiasmada que comienzo siempre todos los proyectos... No importa que se trate de una dieta, un curso o incluso un proyecto personal o profesional. ¡Qué poco me suele durar el fervor inicial!
No sé si es falta de constancia o de paciencia, pero de grandes hazañas abandonadas está mi currículum personal lleno...- se ríe. Nos reímos. Las tres.

¡Qué fácil es liberar tensiones con el humor de Elena cerca!


- Yo me libraría de la rabia que siento a veces cuando las cosas no son como deberían de ser- suelta Irene de improviso. Me sorprende porque es justo lo que yo estaba pensando- Creo que es bastante nociva para todos- añade bajando la voz.

No sé porqué, pero me tomo esa declaración como una disculpa. Le sonrío.

- La ira contenida puede ser la consecuencia de callar algo que necesitamos decir. O puede provenir de un desasosiego interior que nos empuja a no aceptar la realidad como es. La rabia se retroalimenta. Cuanto más tienes, más creas.
Igual es bueno saber qué es lo que produce la ira. Analizar si el motivo es real o solo es el reflejo de un pensamiento distorsionado- Aventuro.

- No me apetece hablar de ello en estos momentos- responde Irene dando por zanjado el tema.

Elena y yo asentimos suavemente con la cabeza. No tenemos ninguna prisa.

Elena sonríe enigmáticamente.

- ¿Tenéis algo que hacer el sábado por la mañana?- pregunta con gesto pícaro.

Irene y yo negamos. ¿Qué estará tramando?

- Entonces dejad los niños con sus padres. Nos vamos de excursión...

8 comentarios:

  1. ¿A dónde van el sábado? Creando suspense,¿no?

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  2. ESto se va poniendo interesante...

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  3. Me está viniendo genial esta historia. Te aseguro que la pongo en práctica y me ayuda a mejorar. Gracias.
    Yo también estoy muy intrigada.... con Elena cualquier cosa, jajaja

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    1. Gracias a ti por tus palabras. Yo sigo la historia, ya veremos qué pasa...

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  4. Muchas gracias. Encantada con este tipo de comentarios...

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