“Vivir es decidir constantemente lo
que vamos a ser”
(José Ortega y Gasset)
Hoy Irene no tiene buen día. Se le nota.
Desde que vino de Roma estaba exultante: feliz y comunicativa. Hoy por el contrario se muestra irritable. Nada más llegar se ha quejado de su horario, de su hijo, su marido y del cortado que le han puesto.
Creo que, antes de venir, algo le ha hecho enfadar y está soltando su ira contenida en pequeñas y desagradables dosis.
-¿Os imaginabais hace quince años que vuestra vida iba a ser así?- pregunta Sara de sopetón tras un tenso silencio. Creo que intenta evitar que Irene siga quejándose.
-Bueno- respondo intentando seguir con la conversación- Yo nunca me he preocupado demasiado por el futuro. Lo cual no significa que no me haya ocupado de él.
Vivo el momento en plenitud y, supongo que haciéndolo, voy sembrando la semilla para que crezca fuerte la planta del porvenir- Siento que lo que acabo de decir ha sonado hortera y pretencioso, pero es lo que pienso...
-Cuando tenía veinticinco años no podía, o no quería, imaginar mi vida adulta. No me convertiría en una señora de cuarenta años, y por supuesto: ¡No me he convertido!- Nos reímos
- Soy una mujer que tiene esos años y piensa y disfruta independientemente de su edad, solo de sus circunstancias.
Un ejemplo: Ahora no alterno como solía hacerlo, es evidente. No es porque no quiera o porque tenga cuarenta años y crea que no debo. Simplemente he aceptado que mi hijo entró a habitar mi vida y ni me planteo si me apetece salir más. Si puedo lo hago, y sino me siento encantada de disfrutar en casa con mi familia.
No sé si con veinte años quería esto para mí. De lo que estoy convencida es de que entonces vivía como me pedía el cuerpo y ahora también vivo como me lo pide.
Creo que estoy donde quiero estar en cada momento.- Nada más terminar de decir estas palabras soy consciente de lo satisfecha que estoy por cómo he actuado hasta ahora y siento la necesidad de añadir algo más.
-Aprendo de mis errores, por supuesto. Pero también aprendo, y mucho, de mis aciertos.-
Irene y Sara me miran en silencio.
-Pues yo creo que estoy en el mismo punto que hace quince años- comienza Sara tras una breve pausa. -Cuando tenía veinticinco años, mi sueño era poder dedicarme a escribir, y me veía a los cuarenta habiéndolo logrado.
Supongo que entonces carecía de los recursos de que dispongo ahora, y, como soy tan influenciable, comencé a recibir equivocadamente todas las señales del exterior. Me volví demasiado receptiva a los condicionamientos externos, y empecé a cambiar de fuera hacia adentro. Gran error por mi parte.
Desoí mi intuición, que me susurraba
que estaba tomando el camino incorrecto. Abandoné mis ilusiones más
íntimas para correr en busca de un sueño más global: tenía que
formar una familia estándar, con una casa, un coche (o dos), un
trabajo fijo... Me parecía que logrando la estabilidad encontraría
la armonía. Incluso mi yo interior calló su queja porque acabó
sucumbiendo a tanta influencia externa.- Se calla un momento. Se ríe-
Poco tiempo después sufrí una profunda crisis, claro... La crisis
de los cuarenta se me presentó un poco antes de tiempo y vestida de
insatisfacción personal. Estaba segura de que lo que había logrado no era lo que iba a hacerme feliz. Procuré despojarme de todas las capas de ideas
preconcebidas que me había colocado a modo de coraza y logré llegar
hasta mi yo interior, el abandonado.
Buceando por el interior de mi ser, encontré a la mujer que había perdido por el camino, y la reconocí evolucionada en su forma natural.
Entendí que mi familia no es estándar, y por eso es mi familia- sonríe- y, finalmente, en lo más profundo, encontré intacto el sueño de mis veinticinco años.
En este momento estoy cambiando desde dentro hacia afuera. Es más complicado, pero considero que el cambio es más... profundo. De hecho ya ha comenzado y estoy utilizando, aunque no como realmente quisiera, la escritura como forma de ganarme la vida.- suspira.
Esto que ha contado Sara me recuerda a
un cuento de Jorge Bucay que leí hace poco.
- En fin, que he recorrido un largo camino para acabar, con cuarenta años, en el mismo lugar del principio. Con mi porvenir aún por labrar, pero mucho más vieja...-
- Y más sabia- le rectifico.
Nos reímos las tres.
Sara y yo miramos a Irene. Durante esta conversación ha estado sorprendentemente callada. Sin embargo, en este momento creo que se ve obligada a narrar también su propia historia.
-Yo estoy exactamente donde me imaginé hace veinte años. Desde siempre soñé con llegar a estar como estoy: mi familia, mi casa, mis coches, mis caprichos... Nadie me ha regalado nada- añade con gesto serio- Todo lo que tengo lo he logrado por mis propios méritos, y me enorgullezco de ello.
No soy una persona que se deje influenciar, ni pierdo el tiempo y la energía.
Para mí, eso son excusas, porque si quiero algo voy a por ello. Eso es lo que yo considero un éxito, tener la fuerza de voluntad suficiente para lograr que mis sueños se hagan realidad- termina mirando a Sara.
Sara evita esa mirada volviendo la vista hacia su taza. Remueve la infusión con la cucharilla intentando disimular su intensa turbación. No lo consigue.
Me parece que Irene no pretendía menospreciar a Sara. Ella cree en las verdades absolutas y en la reglas generales y, supongo que intentaba mostrar su satisfacción al lograr sus objetivos siguiendo esas pautas. Creo que lo que en realidad intentaba era transmitir esa idea, solo que esa rabia que ha ido asomando en destellos durante toda la tarde, se ha sentido tentada por la profunda vulnerabilidad de Sara.
Irene no es consciente de que no todo el mundo tiene su temple. Pero yo sí. Y no me puedo reprimir.
- Y tú, ¿has logrado ser feliz a los cuarenta cumpliendo los sueños que tenías a los veinte?- le pregunto desafiante.
Irene se calla y se inclina, casi imperceptiblemente, hacia atrás, como si hubiera recibido un puñetazo metafísico.
Igual me he pasado...
Tengo ganas de saber qué es lo que tiene Irene dentro.¡que lo suelte ya!
ResponderEliminarMe imagino que nos contará algo pronto...
EliminarMadre mía.... hoy ha habido puñetazos para todas. Creo que Irene ha recibido también el suyo.
ResponderEliminarVuelan cuchillos, ¿verdad?. Yo también creo que ha habido para todas. Ya veremos si llega la sangre al río...jajaja
Eliminaryo también estoy intrigada con la reacción que vaya a tener Irene,espero no tener que esperar demasiado
ResponderEliminarNo tienes que esperar, no. Ya se está produciendo, jejeje
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