miércoles, 16 de mayo de 2012

La Añoranza del Pasado


“Vengo con mi recuerdo inmutable, tan intacto en su ayer que no encaja en el ahora”

                                                (José Luis Sampedro)


Llega Irene. Acelerada como siempre, pero con una sonrisa dibujada en el rostro. Parece más relajada.
Se sienta y se ríe.

- ¿Qué te pasa?- pregunta Sara sonriendo contagiada por su alegría.

- La verdad es que no tiene ninguna gracia- contesta Irene- pero como me habéis abducido, ahora me tomo las cosas de forma positiva y me río por cualquier cosa- añade irónica.

- Cuando venía hacia aquí un chico me ha llamado señora. En la puerta del cajero le ha dicho a su amigo: “deja que pase la señora”- prosigue- Y no era un niño de diez años, no, tendría unos veinte. ¡Qué mayor me he sentido!-

-Bueno- interviene Sara riendo- piensa que por edad, incluso podrías ser su madre-

- Ya- continúa Irene- Pero es triste pensar que invierto un montón de tiempo y dinero en gimnasio y cremas para que al final, en vez de ser una madurita sexy, sea: ¿una señora? ¡Vaya fracaso!-

Se ríe. Nos reímos las tres, pero creo que en el fondo no le hace ninguna gracia.
Me parece que Irene pretende ganar la batalla al tiempo, y contar derrotas resulta catastrófico para su autoestima.

-¡Pero si estás estupenda!- le animo. De verdad lo pienso- Yo no he tenido ese cuerpo ni con veinte años...-

- No se trata tanto del cuerpo como de la cara- responde con un gesto de resignación- Son las arrugas, las marcas de expresión, la flaccidez... Cuando más consciente soy de ello es cuando reviso antiguas fotos. Envidio esa tez lisa, ese rostro resplandeciente...-

-¡Uy las fotos!- comenta Sara- A mí las fotos antiguas, además de evidenciar los estragos causados por las modas tanto en el pelo como en la ropa,- nos reímos- me llevan directamente al momento en que fueron sacadas. Vuelvo a revivir entonces emociones del pasado, que ya sabéis que es mi paraíso perdido-
Suspira y continúa- Objetivamente soy consciente de que estoy en un momento estupendo de mi vida. Tengo una familia a la que adoro y me estoy empezando a querer y a valorar a mí misma también. Comienzo a lograr un equilibrio entre la mujer que soy y la que quiero llegar a ser... Sin embargo, a veces echo en falta sensaciones que se quedaron en el pasado...-

- Te entiendo- sigue Irene- Yo añoro las ilusiones intactas. Tener toda la vida por delante para cumplirlas antes de que el tiempo, una vez conseguidas, se encargue de devaluarlas- añade casi para si misma-

Estoy convencida de que el día que fuimos a las rocas Irene expulsó algo más que un grito. Se está empezando a sincerar y a soltar lastre. Le va a venir muy bien.

- Yo sobre todo recuerdo las primeras veces. Bueno, más bien los momentos anteriores a todas las primeras veces...- prosigue Sara.
-El día anterior a emprender el primer viaje con alguna amiga. Justo antes de entrar, por vez primera, a clase en la Universidad. El instante previo a acudir a una cita con un chico al que acabas de conocer, prepararse antes de salir de fiesta un sábado. Ese momento en el que eres consciente de que vas a hacer al amor por primera vez...-

Creo que nos ha convenido a las dos. Yo también echo de menos esos momentos. Sara continúa:

- Sin embargo, nada me parece comparable al segundo justo anterior al primer beso. Y no hablo del primer beso en la vida- sonríe con mirada pícara- sino del primer beso con cada chico.

Ese instante en el que el mundo se reduce a una burbuja cerrada habitada por los dos. En el que sientes el vértigo porque sus ojos te atraen como el abismo y te pierdes en su mirada. Ese momento en el que todo tu cuerpo se convierte en pura gelatina y crees que tus piernas no te van a sostener. Acercarse a cámara lenta, la respiración agitada, y una amalgama de alientos cuando las bocas están ya próximas. Una promesa que pasa a ser realidad cuando los labios al fin se juntan y las lenguas pasan a explorar la boca ajena...-



- ¡No sigas por favor!-interrumpe Irene riendo- ¡Me estoy derritiendo! ¡Quiero vivir esa sensación!-

-¡Yo también!- secundo con un puchero- ¡Y la quiero ahora!-

Nos reímos y después callamos. Cada una embebida de sus propios besos.

- Y tú, ¿qué es lo que más echas de menos?- me pregunta Sara rompiendo el silencio.

Reflexiono por un momento y lo tengo claro:

- Sentirme segura ante el espejo- afirmo rotunda- Y creo que no es una cuestión tanto de edad como de actitud. Tú antes has comentado que en tu caso no era una cuestión de cuerpo.- me dirijo a Irene que asiente con la cabeza- En el mío sí: este no es el mejor momento en mi relación con él, y añoro cuando nos llevábamos bien, cuando colaborábamos. No era una top model, pero me sentía atractiva. Y tenía fuerza de voluntad...-

-Pero sigues con la dieta,¿no?- pregunta Irene- ya se te empieza a notar...-

- Bueno- respondo- Unos días más que otros...-

8 comentarios:

  1. ¡Vaya beso!¡Qué envidia!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sí,¿verdad? y lo mejor es que casi todas lo hemos experimentado en alguna ocasión.

      Eliminar
  2. muy buena la entrada. Parece que el paso del tiempo, de formas diferentes, nos preocupa a todas ¿no?

    ResponderEliminar
  3. ¡Qué recuerdos!!!! Me derrito yo también, jajaja

    ResponderEliminar