De ninguna de las maneras quisiera
Irene aparentar los 41 años que cumplió en verano.
Todos los meses sin falta, acude a la
peluquería para que las canas no le arruinen ante el espejo la
ilusión de detener el tiempo.
Luce siempre el peinado perfecto, un
corte a la última aunque no demasiado atrevido: en estos momentos
corresponde con una melena desfilada en tonos dorados y perfectamente
alisada a diario.
Mide 1,62 m, aunque habitualmente lleve
tacones, no muy altos, pero sí lo suficiente para añadir de forma
permanente unos pocos centímetros a su esbelta figura.
Su cuerpo es atlético, torneado a base
de horas y horas de esfuerzo en el gimnasio. Se siente orgullosa de
lo que considera que es obra suya y gusta de lucirlo mediante la ropa
que escoge.
Adora la moda e invierte considerables
sumas de dinero en procurarse un buen fondo de armario que combina
con prendas de última tendencia que adquiere a precios más
asequibles. Invariablemente huye de los colores chillones y los
estampados estridentes.
Su mirada experta en estudiar su imagen
en el espejo, guía a su mano para conseguir con acierto disimular ,
a través del maquillaje, las imperfecciones de una piel no demasiado
lisa, una nariz un poco larga...
Emplea bastante tiempo en arreglarse
por las mañanas, y el resultado final es un rostro
sorprendentemente natural, en el que se potencian sus mejores rasgos:
el óvalo fino, los pómulos pronunciados, y en el que destacan de
forma especial sus ojos color avellana.
Aunque su figura y su indumentaria le
otorgan un aire juvenil, el gesto de tensión que frecuentemente
asoma a su semblante, contrae y envejece sus facciones. En los
últimos meses, debido a que un día leyó que a partir de los
cuarenta uno de los mejores trucos de rejuvenecimiento era el
blanqueamiento dental, ha pasado por el dentista y para enseñar su
renovada dentadura sonríe más a menudo, si bien es cierto que con
una sonrisa un tanto afectada.
Le satisface lucir joyas caras, con un
punto de extravagancia y que compra, según ella, a modo de
inversión.
Su perfume es equilibrado, apenas
perceptible pero asociado indefectiblemente a su presencia.
Irene representa el equilibrio en
superficie. Un equilibrio amenazado constantemente por el oleaje de
una perpetua tensión interna.
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