jueves, 8 de noviembre de 2012

Conociendo a Irene II


De ninguna de las maneras quisiera Irene aparentar los 41 años que cumplió en verano.

Todos los meses sin falta, acude a la peluquería para que las canas no le arruinen ante el espejo la ilusión de detener el tiempo.

Luce siempre el peinado perfecto, un corte a la última aunque no demasiado atrevido: en estos momentos corresponde con una melena desfilada en tonos dorados y perfectamente alisada a diario.

Mide 1,62 m, aunque habitualmente lleve tacones, no muy altos, pero sí lo suficiente para añadir de forma permanente unos pocos centímetros a su esbelta figura.

Su cuerpo es atlético, torneado a base de horas y horas de esfuerzo en el gimnasio. Se siente orgullosa de lo que considera que es obra suya y gusta de lucirlo mediante la ropa que escoge.

Adora la moda e invierte considerables sumas de dinero en procurarse un buen fondo de armario que combina con prendas de última tendencia que adquiere a precios más asequibles. Invariablemente huye de los colores chillones y los estampados estridentes.

Su mirada experta en estudiar su imagen en el espejo, guía a su mano para conseguir con acierto disimular , a través del maquillaje, las imperfecciones de una piel no demasiado lisa, una nariz un poco larga...
Emplea bastante tiempo en arreglarse por las mañanas, y el resultado final es un rostro sorprendentemente natural, en el que se potencian sus mejores rasgos: el óvalo fino, los pómulos pronunciados, y en el que destacan de forma especial sus ojos color avellana.

Aunque su figura y su indumentaria le otorgan un aire juvenil, el gesto de tensión que frecuentemente asoma a su semblante, contrae y envejece sus facciones. En los últimos meses, debido a que un día leyó que a partir de los cuarenta uno de los mejores trucos de rejuvenecimiento era el blanqueamiento dental, ha pasado por el dentista y para enseñar su renovada dentadura sonríe más a menudo, si bien es cierto que con una sonrisa un tanto afectada.

Le satisface lucir joyas caras, con un punto de extravagancia y que compra, según ella, a modo de inversión.

Su perfume es equilibrado, apenas perceptible pero asociado indefectiblemente a su presencia.

Irene representa el equilibrio en superficie. Un equilibrio amenazado constantemente por el oleaje de una perpetua tensión interna.

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