domingo, 16 de junio de 2013

El Final: Elena




El timbre. ¿Ya son las siete? Irene ha llegado y yo todavía no he terminado de vestirme… Me vuelvo a mirar en el espejo. Es pura vanidad, lo sé, pero ¡me encanta!
Todavía me sorprende cómo me sientan mis nuevos pantalones. Todavía me sorprende haber bajado diez kilos en tres meses… pero lo he hecho.

Creo que el punto de inflexión fue la separación de Irene, porque hemos cambiado las tres con ella y a través de ella.
Supongo que al ser consciente del esfuerzo tan grande que tuvo que suponer para Irene volver a retomar su vida de siempre pero totalmente diferente, decidí que perder peso, mi Everest particular, tenía que resultar poco más que un camino de rosas…

Y no es que lo haya sido, pero tampoco me ha parecido tan terrible como lo había sido anteriormente.
Quizá haya influido el hecho de tener a mi lado la disciplina de Irene y la imaginación de Sara. Me lo he tomado como un juego cuya recompensa he sido siempre yo misma.

Cuando conseguí que me entraran mis antiguos vaqueros, llegó el premio prometido: nos fuimos las tres a cenar a un restaurante mexicano. ¡Cómo olvidar aquella noche!
Por encima de las copas vacías de los margaritas y a través de lágrimas etílicas, nos juramos amistad eterna…¡cómo lo pasamos!

Porque es cierto que no he renunciado a disfrutar. Vivo como siempre, habitando todos y cada uno de los momentos de mi vida pero he añadido la disciplina como un ingrediente más en la receta de mi existencia.

Clasifico los asuntos pendientes en tres grupos en función de su premura.
Están los asuntos urgente, los que no se pueden posponer y debo zanjar de inmediato, luego están los que hay que despachar pero pueden esperar y, finalmente, hay asuntos que simplemente puedo ignorar…
Así, sin pensar demasiado, introduciendo en mi rutina este sencillo esquema de manera mecánica, voy logrando lo impensable: Termino lo que empiezo y no se me acumulan tareas pendientes.

Definitivamente, sin dejar de ser yo, estoy consiguiendo ser mi mejor yo.

Una última mirada rápida al espejo antes de calzarme…¡Ya está!

Abro la puerta de golpe, todavía calzándome un zapato y me encuentro de bruces con Irene. Le sonrío. Sé que no se puede resistir.

Parece que va a decir algo aunque, finalmente, suspira y sonríe conmigo.

-          Vamos, Sara nos espera-

No hay comentarios:

Publicar un comentario