martes, 10 de enero de 2012

El principio

         
           “Detrás de cada viento viene un mundo que no es el de antes"

                                (Ramón Gómez de la Serna)

Probablemente, nadie es consciente del instante en el que se inicia un cambio que no hemos programado con antelación.
Una no se levanta una mañana y piensa:

-Hoy va a comenzar a cambiar mi concepción del mundo y con ello mi vida: solo tengo que dejarme fluir...-

No, no lo hace, porque cuando cumples los cuarenta años, a menudo crees que la mayor parte de tu vida está ya encaminada: piensas que ya tienes tus amigos, tu profesión, tu familia... y que todo esto es, salvo excepciones, definitivo.
Hay ocasiones en las que, sin embargo, la vida sorprende con cierta ironía y demuestra que nunca hay que dar nada por sentado.

Lunes, cinco de la tarde por los pasillos de un Polideportivo. Principio de curso. Los padres y madres, después de dejar a sus hijos en clase de judo, se dirigen en pequeños grupos hacia la salida. El rumor de las conversaciones se va disipando y en el interior solo quedan tres mujeres. Rondan los cuarenta y han vivido siempre en el mismo vecindario. De hecho de niñas eran compañeras de escuela, pero el tiempo se encargó de distanciarlas y a día de hoy apenas se reconocen.
Que han recorrido su vida de manera diferente es algo que, incluso a primera vista, se intuye si juzgamos su apariencia.

Distraen su espera cada una de una manera diferente, pero cuando se acaban los recursos se encuentran frente a frente y se dirigen una sonrisa forzada, de las que solo dibujan los labios y el resto del rostro no acompaña.
El silencio entonces se vuelve incómodo porque después del reconocimiento suponen que llega la conversación y ninguna tiene nada que compartir con las demás.
Cada una busca en su interior algo que decir, pero algo que no sea una evidencia y el paso de los segundos provoca que el silencio se vuelva cada vez más pesado, incluso parece que casi se oye... Llegado este momento se ha generado ya una expectativa, y lo que se vaya a decir tiene que ser algo medianamente inteligente... y ninguna cree que se le vaya a ocurrir.

De pronto, de los vestuarios, sale corriendo y gritando un niño de unos cinco años completamente desnudo. Tras él su madre, gritando aún más, con una toalla y unas chanclas en las manos. Rápidamente la mujer alcanza al niño y vuelven a desaparecer por detrás de las puertas.

La escena ha durado apenas unos segundos, pero son suficientes para que las tres mujeres estallen en una sonora carcajada que calla el silencio y lo hace desaparecer. Surge entonces una espontánea conversación acerca de situaciones infantiles que dura hasta que el resto de padres , oliendo a tabaco y café,vuelven a entrar en el recinto y todos los niños salen con bullicio de su clase de judo.

Mientras se separan, una de ellas propone:

-El próximo día, en vez de quedarnos aquí toda la hora podemos ir a tomar un café ¿os parece?-

Las demás asienten, íntimamente extrañadas de haber asentido, y se alejan con la vaga sensación de haber iniciado algo nuevo...

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