domingo, 11 de marzo de 2012

La Comparación: La Rosa y la Margarita



La felicidad no depende de lo que uno tiene, sino del buen uso que hace de lo que tiene”

                                                    (Thomas Hardy)


Sara y Elena ya están sentadas en la mesa. Charlan con las cabezas bastante juntas. Como si confabularan. Como si estuvieran solas en el mundo.

Me temo que hoy también toca filosofar. ¿Por qué no hablaremos alguna vez de bolsos, por ejemplo?

Ellas se sienten cómodas hablando sobre todas esas historias de motivación y de desarrollo personal, pero parece que no se dan cuenta de que, a veces, yo me siento fuera de lugar.
A mí todos esos conceptos que ellas utilizan de manera tan natural, me resultan nuevos y perturbadores. Se oponen firmemente a los pilares sobre los que se asienta mi existencia.

Siempre he ironizado sobre esas personas tan “happy”, tan “new age”. Y, sin embargo, ahora me codeo con mujeres que hablan de meditación, danza del vientre y autoestima como yo puedo hablar de ropa, oficina o vacaciones.
Lo más asombroso es que, frecuentemente, encuentro reveladoras bastantes de esas ideas.
Por eso me inquietan. Por eso me atraen...¿Me estaré volviendo una de ellas?

Me acerco a la mesa con mi cortado. Con mi triste cortado que diría Elena. Ahora se percatan de mi presencia.

-Hola- saluda Elena como si despertase de un profundo letargo- Me estaba contando Sara su duro trabajo por sanar su autoestima. Y la importancia de evitar la comparación con los otros durante ese camino-

Lo sabía. Toca charla profunda.
 
Bueno, tendré que dejar para otro momento o para otras personas la exhibición del bolso tan maravilloso que me compré ayer.

-Aha...- murmuro intentando integrarme en la conversación- Ya lo sabemos: las comparaciones son odiosas. Aunque a veces son inevitables.-

-Eso estaba diciendo- interviene Sara- Supongo que hay un momento en nuestra vida en el que la autoestima depende de cómo veamos proyectada nuestra propia imagen en los ojos de los demás.-

-Claro- le apoya Elena- y si los demás tienen hacia nosotros unas expectativas alejadas de la realidad, de lo que somos verdaderamente, nuestra autoestima no se desarrollará de manera adecuada. No veremos reflejada en los demás una imagen que nos complazca-

-Eso- continúa Sara- Nuestro entorno, y la sociedad en general, son el espejo de nuestras acciones. Y me imagino que habrá etapas, como la adolescencia, en que queremos que ese reflejo sea lo más brillante posible. Sin embargo, desde fuera, frecuentemente nos piden que seamos de otra manera, que tomemos un modelo que nada tiene que ver con nosotros y nuestras aspiraciones.-

Asiento con la cabeza. Estoy de acuerdo.

- Sí- interrumpo- Recuerdo mi adolescencia. Lo que menos quería del mundo era destacar. Y estaba continuamente comparándome con las otras chicas.- suelto sin pensar.

-Y probablemente muchas veces hagamos cosas que no deseamos por el mismo motivo- tercia Elena.

-La sociedad adora a las rosas- Sara empieza con las metáforas- Las encumbra. Son perfectas, fuertes y perfumadas. Pero no todos somos rosas.
Sin embargo, casi todos tratamos de serlo en algún momento a pesar de que nuestros intentos no lleguen nunca a buen puerto.
Yo acepté pronto que no era una rosa. Asumí mi papel de margarita, pero no acepté su belleza.
La margarita es vulnerable. La margarita no es la rosa.
No intenté ser una rosa, sabía que nunca lograría serlo, pero me sentía inferior por ser la flor más débil del ramo.-

Sara calla. Parece que le provoca dolor lo que está contando. Elena tiene los ojos brillantes y yo siento un nudo a la altura del corazón.

Sara continúa:


-En un momento crucial de mi vida, hace poco, ha llegado para mí la primavera. De pronto mi camino se ha llenado de personas, nuevas y antiguas, que me han hecho comprender que la margarita no es bella a pesar de su vulnerabilidad, sino precisamente a causa de ella.
Una de esas personas me contó un maravilloso cuento sobre la aceptación que me gustaría compartir con vosotras.
Y ahí está la semilla del cambio. En el reconocimiento de mi propia valía al margen de lo que sean, piensen, o exijan los demás.-

Se me ha erizado el vello de los brazos. Y tengo ganas de llorar. Y de aplaudir.
Y pensar que yo quería hablar de bolsos...

8 comentarios:

  1. yo también tengo ganas de aplaudir.Bravo.

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  2. Muy bonito.Siempre me han encantado las margaritas.

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    1. Muchas gracias. A mí también me parecen preciosas.Tan libres y delicadas...

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  3. Lo que puede ayudar a entender a los demás conocer sus debilidades...

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  4. Precioso. Creo que rosas con margaritas combinan a las mil maravillas.

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