“En mi vida disfruto de mis viajes y
disfruto cuando regreso a casa”
(Tagami Kikusha)
-Yo recuerdo mi viaje a Roma con
especial cariño- cuenta Elena- Nosotros no viajamos demasiado. Vamos
de vacaciones una vez al año, si podemos, y solemos escoger un lugar
de playa para disfrutar en familia.
Hace un par de años, sin embargo,
recibimos un dinero extra y decidimos invertirlo en un capricho:
Desde que nació el niño no habíamos estado apenas solos y nos
animamos a planear una escapada de unos días, Iñaki y yo solos, a
alguna ciudad europea.
Elegimos Roma por el “dolce fare
niente”, y por ¡la comida!, para qué engañarnos- se ríe
abiertamente- Para mí viajar no representa solo conocer todos los
lugares importantes de una ciudad, sino vivirla, disfrutarla a mi
manera.
Reservamos el viaje en una agencia,
pero rechazamos las excursiones que nos ofertaban por lo que os he
contado. Porque tenemos nuestro propio concepto de disfrute que no
tiene necesariamente que coincidir con el de los demás. Por eso no
queremos ir a remolque de los gustos ajenos ni obligar a nadie a
compartir los nuestros.
Por supuesto que vimos monumentos en
Roma. Pero sin agobiarnos. Sin imponernos metas a conseguir.
Estuvimos cinco días. Dividimos la
ciudad en cinco zonas y, cada día, explorábamos la correspondiente.
Vimos, de lo más representativo, lo que más nos apeteció.
Hay personas que me miran raro cuando
cuento que estuve en Roma y no conozco el Vaticano por dentro, pero
no sentimos esa necesidad.- cuenta encogiéndose de hombros.
-A pesar de que viajamos en otoño, el tiempo nos acompañó. Brilló el sol todos los días y la temperatura era muy suave. Por lo tanto pudimos dar largos paseos por las orillas del Tíber, solitos y agarrados de la mano... y sí, vimos el Vaticano, pero desde fuera. Sinceramente, creo que teníamos más necesidad de visitarnos el uno al otro.
En realidad vimos muchos monumentos
desde fuera. En cuanto veíamos una cola un poco larga huíamos.
Por contra, compartimos largas
conversaciones,¡sin interrupciones infantiles!, en torno a un café
sentados en una terraza. Disfrutamos el uno del otro como hacía
tiempo que no lo hacíamos- sonríe con expresión soñadora en los
ojos.
-Un día nos permitimos cumplir un
pequeño sueño. Ambos somos unos grandes amantes de la Ópera. Así
que, una noche nos plantamos ropa elegante y nos fuimos a disfrutar
de una velada mágica. Todavía se me eriza el vello cuando recuerdo
aquel momento tan maravilloso. El precioso teatro, la música...
Por supuesto,- añade con una carcajada- nos deleitamos degustando la gastronomía local. En el trastevere abundan las trattorias estupendas y muy bien de precio. La comida es deliciosa. Todavía recuerdo un risotto con alcachofas y langostinos con el que sueño cuando estoy a dieta...- Rompemos las tres a reir.- Y el tiramisú...- describe con mirada libidinosa- creo que engorda con solo mirarlo.
Recomiendo especialmente una pizzería en el Campo
Fiore. Es un mercado que está muy cerca de la Piazza Navona. Me
gustó, tiene encanto. Venden flores, verdura, especias y productos
típicos. Lo mejor es que en una de las esquinas de la plaza hay un
horno de leña en el que elaboran la mejor pizza que he probado en mi
vida. Es un local sin mesas, una especie de panadería. La pizza va
saliendo al mostrador según se termina de cocer, recién horneada, y
solo hay que elegir la que más apetezca.
Otro plus a tener en cuenta son los
helados: ¡Qué delicia!
Ya os he contado que hacía muy buen
tiempo, así que para reponer energía después de un largo paseo,
nada mejor que un helado de chocolate y arancia sentados en un banco
frente a una ruinas romanas...
Eso sí: ¡cuidado con los precios!
Excepto la comida y el café, lo demás es muy caro... Mirad los
precios antes de sentaros en ningún sitio, porque aunque la comida
no sea cara, muchas veces es la bebida lo que dispara la cuenta.
Recuerdo un día que nos tomamos dos cervezas sentados en la barra de
un bar. Nos cobraron diez euros por dos cañas. No dábamos
crédito...
Pero como pasear es gratis, tengo unos
preciosos recuerdos del atardecer sobre el Coliseo, de la Piazza
Spagna por la noche, del efervescente ambiente de la Fontana di
Trevi, y del paseo plagado de otoñales árboles por las orillas del
Tíber...-
En este momento, Elena desaparece del presente y viaja al rincón atemporal donde se atesoran los recuerdos.
¡Esa Elena! Cómo envidio a la gente que tiene esa capacidad de disfrutar de cada instante.
ResponderEliminarSí es envidiable poder disfrutar del presente, sí.
ResponderEliminar¡qué delicia!
ResponderEliminar¡Muchas gracias!¡Que aproveche!
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