lunes, 5 de marzo de 2012

La Organización



       “El orden es el placer de la razón, el desorden es la delicia de la imaginación”

                                                 (Paul Claudel)

Sara pide su infusión de siempre. Irene su triste cortado. Ambas me miran con aire inquisitivo.
¿Qué qué voy a pedir yo? Hombre, pues mucha opción no tengo.

-Tomaré una infusión de esas con sabor a canela- musito mientras les ofrezco la mejor versión de mi expresión de perrito apaleado- Por lo menos la taza es más grande.

-¿Qué tal lo llevas?- se interesa Irene mientras nos sentamos.

-Es triste- respondo con sinceridad- No tengo ninguna satisfacción. No entra en mí ninguna alegría- añado señalando la taza llena de líquido ambarino.

Sara me acaricia levemente el brazo y ese contacto me reconforta. Sara es tocona, como yo, y el simple roce de una mano amiga nos resulta gratificante y, a veces, imprescindible.

-Deberías intentar pensar en positivo- aconseja- Pensar, por ejemplo, que la salud está entrando a borbotones en tu organismo-

-Eso- corrobora Irene- Piensa que si te cuidas vas a vivir más años.-

-¿Seguro que van a ser más o los mismos pero se me van a hacer más largos?- pregunto con un poco de retintín.

Se ríen. Es fácil. Obtener la risa no me cuesta trabajo.

-Podrías tratar de disfrutar del camino en vez de pensar solamente en llegar a su fin. Tu meta es adelgazar, está claro, pero es mejor que llegues paseando por un camino agradable que corriendo sin aliento. - expone Sara- Siguiendo con la metáfora, si paseas lentamente, disfrutando, seguramente te acostumbrarás mejor a tus nuevos hábitos, los fijarás más profundamente y probablemente pensarás menos en abandonar que si vas corriendo con el único fin de llegar a la meta.-

Ya entiendo lo que me quiere transmitir. Mi meta no debe convertirse en mi obsesión. Lo que tengo que hacer es trabajar en cambiar mis hábitos, interiorizarlos, disfrutar del cambio y, como consecuencia, si apenas darme cuenta, habrá llegado lo que deseo. ¡Qué difícil!

-No sé si seré capaz...- manifiesto casi sin pensar.

-Tienes que creer en tu potencial- me anima Irene.

-Utiliza frases en positivo siempre que puedas- continúa Sara- Es sorprendente cuánto influye en nuestra mente cómo decimos las cosas. Si yo me repito: "no soy capaz, no soy capaz..." probablemente no lo seré. Sin embargo si me digo: "es difícil, pero lo voy a intentar" , la cosa cambia ¿no?-

Irene y o asentimos. Tiene razón. Es en esos pequeños detalles que normalmente pasan inadvertidos donde se empiezan a gestar los grandes cambios.

-Es como si nuestros hijos cometieran un fallo y constantemente les reprochásemos su error:"¡Qué mal lo has hecho! ¡qué torpe eres!"- sigue exponiendo- Seguramente llegaría un momento en el que se sintiesen así. Se verían torpes y sería lógico que cometieran solo torpezas . Creo que es mejor alentarlos: "esta vez no lo has hecho bien, si eres cuidadoso , o te esfuerzas o lo que sea que haya sido el motivo, la próxima vez saldrá mejor".-

-Animarlos- intervengo- en vez de reprenderlos. A mí no me tienes que convencer- río- soy una militante declarada.

-Y tú, ¿cómo sabes tanto de esto?- pregunta Irene con expresión de auténtica curiosidad.

Me parece que es la primera vez en su vida que Irene empieza a pensar que las cosas se pueden hacer de diferente manera de lo que ella cree. Imagino que nunca había pensado en la psicología positiva como método y se está dando cuenta de que puede llegar a ser efectiva.

- Bueno, estoy siguiendo un curso de desarrollo personal- contesta Sara enrojeciendo- Además, ya sabéis- añade con sorna- Yo leo mucho...-

-La verdad es que son muy buenos consejos sobre los que reflexionar- asiente Irene- Pequeñas modificaciones a realizar que pueden tener mucha influencia en nuestra vida cotidiana.-

-Sí,-añado- hasta la infusión me sabe mejor después de esta estimulante charla-

Y las tres reímos con ganas.

-Pero conocéis el dicho,¿no?- suspira Sara- “Consejos vendo pero para mí no tengo”. Entiendo perfectamente la teoría.Veo clarísimas las carencias, las propias y las ajenas. Me resulta fácil encontrar la solución para los demás, pero me cuesta terriblemente interiorizarla en mi caso.-

-¿En qué sentido?- me intereso.

-En general en varios. En particular hay uno, el desorden, que en estos momentos me trastorna demasiado . Para ti veía una clara solución que va con tu personalidad. En mi caso estoy bloqueada.- contesta mirándome.

-¿Eres desordenada?- pregunta Irene sorprendida.

Me parece que a Irene le sorprende que cualquier persona pueda ser desordenada.

-Mucho- responde Sara- Es sobre todo un desorden mental: mi cabeza es un cajón desastre absoluto. Hasta ahora me he movido cómodamente en el caos, y siempre he pensado que mi creatividad nacía de la forma anárquica que tiene mi cerebro para establecer conexiones. Sin embargo en este momento de mi vida me resulta poco eficaz.
Deseo realizar montones de proyectos, pero me disperso, no me centro y finalmente no concreto nada.

Las tres callamos. Irene toma la palabra.

-Esto me recuerda a un cuento que suelo narrar a mi hijo. Ya sabes, aprende dónde colocar tus instrumentos antes de empezar a utilizarlos.- calla para tomar aliento y sigue- Imaginaste un estupendo plan para Elena . Le aconsejaste que actuase según su naturaleza. Actúa ahora tú según la tuya.
¿Cuál es tu esencia Sara? Eres una escritora y lectora voraz,¿no? Pues demuéstralo- termina Irene triunfal, creo que orgullosa de la sugerencia expresada.

-Sí...- comienza a divagar Sara- estoy convencida de que ahí se encuentra la raíz de la solución.-

-Tú solo te crees lo que está documentado y por escrito,¿no?- Sara asiente con resignación- Pues escribe tu proyecto de vida para que adquiera veracidad. Organiza tu tiempo. Elabora un horario y colócalo en algún lugar visible, el frigorífico o la pantalla del ordenador por ejemplo. Y obedece porque está impreso, negro sobre blanco- añade apuntando a Sara con el índice.

- Yo lo haría- intervengo con una mueca de falso temor- ¡Mira ese dedo! ¡Está cargado!-

Irene sonríe, creo que halagada por mi comentario jocoso. Parece que se encuentra orgullosa al haber podido acceder al, para ella, recinto clandestino de la libre opinión.

-Tienes la cabeza tan llena de ideas que no hay espacio suficiente para el orden. Es como si el disco duro de un ordenador se hubiera saturado de datos y no funcionase al cien por cien.
¡Vacíalo! Guarda los datos en una memoria externa porque si no no vas a poder almacenar más y vas a ralentizar el funcionamiento del aparato, incluso a bloquearlo como has comentado antes.-

Arqueo las cejas en un gesto interrogante.


-Sí, coge un cuaderno y escribe todo lo que te ronde por la mente. Así dejará de ocupar sitio en tu cabeza y lo tendrás visible y escrito- ríe - para organizarlo a tu conveniencia.-

-Eso que acabas de exponer es genial, altamente eficaz- responde una absorta Sara- Voy a ponerlo en práctica sin duda.-

Y volvemos a callar por un momento, porque el silencio ya no resulta incómodo entre nosotras.

Recuerdo el primer día que tomamos café. Pensé que no nos íbamos a aportar nada las unas a las otras. ¡Ingenua de mí!

Es simple: El maestro aparece cuando el alumno está preparado.

4 comentarios:

  1. Me gusta. Cada una aporta lo suyo y seguro que consiguen que funcione.

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  2. De eso se trata. De escuchar lo que nos pueden aportar los demás sin pensar que lo nuestro es lo único válido.

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  3. Qué cierto es que hay que saber dónde se encuentran los instrumentos de cada uno. Gracias por el Blog

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