martes, 28 de febrero de 2012

El Disfrute


     “Todo en el Universo tiene ritmo. Todo danza.”

                            (Maya Angelou)

¿Elena practica la danza del vientre? No me lo puedo creer... ¡Con esos michelines que tiene en el abdomen!

Eso son prejuicios, Irene. No juzgar, no juzgar, no juzgar.

-¿Danza del vientre?- pregunta Sara, creo que tan asombrada como yo- ¡Qué bonito! Me encanta la danza oriental.-

-Sí, es el tercer año- explica Elena- Llevaba mucho tiempo con ganas de aprender porque desde siempre me ha fascinado. Lo que ocurre es que no creía que con mi físico pudiera encajar en ese baile tan sensual-



Vale, ahora me siento fatal por haber pensado eso antes...

-Hasta que un día- sigue- fui a ver un espectáculo de fin de curso de una academia en el que bailaban un grupo totalmente heterogéneo de mujeres. De todas las edades y con todo tipo de cuerpos. Me animé... y hasta hoy.-

-¡Qué valor tuviste!- le animo. Pienso que yo jamás me hubiera atrevido a destacar de esa manera.

Ella se encoge de hombros, restándole importancia.

-Tiene que ser muy difícil ¿no?- se interesa Sara- Conseguir dominar esos movimientos tan imposibles.-

-Al principio es complicado por el concepto de cadencia que tenemos interiorizado. Los movimientos son totalmente nuevos y nuestro cuerpo no los reconoce. Bueno, por lo menos el mío- y se ríe. -El inicio de la danza oriental, como casi todos los inicios en la vida es arduo. Recuerdo que sentía mi cadera completamente ajena a mis dominios, como si no fuera parte de mi cuerpo y no acatara mis órdenes. De hecho, los primeros meses ni tan siquiera oía la música: solo contaba los pasos y despotricaba contra mi cadera rígida. Estaba totalmente sumergida en la técnica y, aunque no veía los resultados, no perdía la esperanza ni el ánimo. De pronto un día cualquiera...¡sorpresa! Mi cuerpo comenzó a bailar conmigo.-

-Pero Elena,- aplaudo- eso es un ejemplo de constancia asombroso.

Elena sonríe con todo el cuerpo. ¡Qué fácil es hacer feliz a la gente con solo unas palabras! No sé por qué no lo hago más a menudo.

-Sí- añade Sara- ¿no conocéis la metáfora del bambú japonés?-

-Eso es lo que pasó- continúa Elena- De repente todo tenía sentido. Comencé a escuchar la música a través del movimiento. A dejar de contar. A disfrutar. No sé, es una sensación extraña. Es la percepción de habitar plenamente mi cuerpo durante esos momentos-

-Parece algo sobre lo que he estado leyendo- comparte Sara maravillada- mindfulness, la práctica de la atención plena en el momento presente. Sirve para aquietar el mundo mental y facilita el acceso al yo interior. Una especie de meditación en movimiento, vamos...-

-Sí- reflexiona Elena- Es algo así, porque en esos momentos mis pensamientos quedan en el vestuario, y el baile es como un reducto inexpugnable en el que no tienen cabida las preocupaciones-

Se calla un momento y enseguida continúa:

- Pues bien, una vez empecé a lograr efectuar los movimientos, entré en una fase que yo llamo: “lo hago porque me sale”, en la que la danza oriental inundó mi vida. A día de hoy todavía dura- añade riéndose- y hago ochos mientras plancho, shimmie esperando el autobús... Lo mejor es cuando practico hagalla recorriendo el pasillo y me cruzo con mi marido... ¡Menos mal que está acostumbrado a mí!-

Nos reímos las tres. ¡Qué bonito es tener una afición en la vida de la que hablar con tanta pasión! Rebusco con esmero, pero no doy con nada por lo que yo pudiera expresarme en tales términos...

-Lo bueno además,- sigue contando- es que no solamente disfruto cuando bailo. Es desde antes de empezar. Hay que vestirse adecuadamente,entrar en el harem de un sultán turco con la imaginación: faldas vaporosas, pantalones bombachos, velos de seda, lentejuelas, y el tintineo de las monedas de los pañuelos a la cadera.
Creo que es algo parecido a abrir un baúl lleno de vestidos de princesa delante de esa niña interior que tú has mencionado.-añade mirando a Sara.



  Sara sonríe y acaricia el brazo de Elena con afecto.

-Otro aliciente es bailar descalza.- se detiene un momento, parece que vacila- Os puede parecer absurdo, pero tengo la impresión de que mi presencia erguida sobre mis pies desnudos me acerca más a la tierra, me conecta con mis raíces-

Sara y yo asentimos en silencio. Es sorprendente, pero no me parece absurdo.

-Y por último y no por ello menos importante, la música- añade triunfal Elena.

-A mí también me encanta la música árabe- interviene Sara- es totalmente energizante.

-¡Eso es!- confirma Elena- es vivificante y, cuando la escucho, la siento en las entrañas y me eleva el ánimo-

Se calla y sonríe con expresión distraída, como si alcanzase a escuchar algo que a las demás nos está vetado.





6 comentarios:

  1. Precioso. Nada más que añadir

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  2. Afortunada Elena. Creo que a Irene por fín se le está empezando a abrir una ventana que tenía cerrada a cal y canto. ¡Qué alegría!

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    1. Sí, ¿verdad?.Y aunque la ventana se vuelva a cerrar, ahora sabemos que es posible abrirla...

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  3. ¡Qué bonito! yo también quiero.

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  4. Creo que es cuestión de actitud. Apasionarse por algo es fácil si te das permiso para hacerlo.

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