miércoles, 1 de febrero de 2012

La Integración


“El hombre que mueve montañas empieza apartando piedrecitas”

                                           (Confucio)


¡Vaya rollo más espantoso! Me parece que no voy a volver a quedar con estas dos...

Llevamos juntas solo media hora y se me está haciendo eterno... Si me he venido al baño solo para escaparme un poco...

Ya hemos empezado mal con el croissant. Cuando me lo ha traído la camarera, Irene lo ha mirado como si me estuviera pasando una pipa de crack. ¡Qué expresión de espanto! Y luego esa exploración de arriba a abajo... Pues sí, Irene, sí: el croissant se me pega justo donde estás mirando.

Ya sé que nadie puede hacerme sentir inferior si yo no se lo permito, pero no me merece la pena tener que recordármelo en cada momento. Tengo una cantidad limitada de energía: si la utilizo para eso, tengo la impresión de malgastarla.

Definitivamente Irene me provoca estrés. Con todas esas tareas pendientes, esos horarios inflexibles y esa queja permanente de superwoman que ha conciliado vida laboral y familiar, pero por el camino se ha olvidado de disfrutar de sí misma.
Sospecho que no se encuentra totalmente presente en la conversación. Parece que ella hable y, mientras las demás respondemos, esté pensando en sus cosas.

Creo que ha repetido por lo menos diez veces la suerte que tenemos de organizarnos nuestros horarios.
Pues claro que tengo suerte. Para mí esos pequeños momentos de paz entre cliente y cliente, poder traer a comer a mi hijo a casa, hacer escapadas para desayunar con mi marido no se venden por poder comprarme un bolso caro o no escatimar en gastos a fin de mes. Pero esta es mi opción, no la suya. Y creo que no se da cuenta de que no es posible tener solo lo mejor de ambas.

En cuanto a Sara, no sé qué pensar de ella. Me parece una persona un tanto pusilánime. P-u-s-i-l-á-n-i-m-e. Me encanta cómo suena esta palabra... A lo que iba, creo que a Sara le falta carácter. No ha sacado tema alguno de conversación, no ha disentido en ningún momento. Se ha limitado a corroborar lo que Irene y yo exponíamos. De forma muy bella y profunda, de acuerdo. Creo que es una persona creativa y sensible, pero escondida dentro de un caparazón vacío.

Ninguna de las dos me aporta nada. Me parece que yo abandono...

Me miro en el espejo. Respiro, y con el oxígeno me llega también un leve olor a lejía. Abandono. Sonrío irónica. Si me dieran un euro cada vez que pienso así, ya sería millonaria.

Cada vez que algo supone un esfuerzo, abandono. Cada vez que dejo de sentir el entusiasmo inicial, abandono. Cada vez que no advierto resultados inmediatos, abandono. Cada vez que pienso que algo no me aporta nada, abandono.

La cuestión es que si no doy tiempo a que los temas maduren, jamás ninguno podrá aportarme nada.

Seguro que Irene no abandona jamás nada. Y que Sara es capaz de ver el fondo hermoso de cada situación. Estaría bien una supermujer que aunara los superpoderes de las tres.

Está bien. Voy a encontrarla en nosotras. No abandono. Soy Juana de Arco y lucho porque la fe me sostiene. Me río con ganas, consciente de lo surrealista de la situación, y salgo del baño.

Las veo desde lejos: Irene hablando y Sara asintiendo. En este momento experimento una ternura infinita hacia Sara. Me gustaría tomarla entre mis brazos y explicarle que la seguridad se consigue aceptando la vulnerabilidad, no huyendo de ella.

Cuando me siento, las dos callan y me miran:

-En el baño he estado pensando en la integración.- les digo.

-¿La integración?- repite Irene con extrañeza.

-Sí. Imaginad a un niño intentando montar un rompecabezas. Dispone de todas las piezas, pero no sabe cómo encajarlas. Sin embargo, en el momento que descubre la manera de colocarlas, todo adquiere sentido. Lo mismo ocurre con los adultos: tenemos todas las piezas, y estamos esperando las instrucciones para armar el puzzle.
Parece que no queremos admitir que la única manera es la confianza y la constancia. Es decir: ensayo- error, hasta formar un todo con sentido.-

Las dos me miran. Sara con una sonrisa de comprensión. Irene con la frente fruncida en un gesto pensativo.

5 comentarios:

  1. Me parece que me voy a enganchar...

    ResponderEliminar
  2. Gracias, gracias, gracias. Es justo lo que necesitaba.
    CREO QUE YO YA ME HE ENGANCHADO.......

    ResponderEliminar
  3. Esto va a tocar muchos puntos "escondidos".Me gusta. Me integro desde Madrid.

    ResponderEliminar
  4. Bienvenidas a todas. Muchas gracias por comentar y, sobre todo, por leerme.

    ResponderEliminar