martes, 7 de febrero de 2012

La Meditación


En ninguna parte puede hallar el hombre un retiro tan apacible y tranquilo como en la intimidad de su alma”

                                                          (Marco Aurelio)



Mi profesora de yoga ha hablado de la meditación como forma de lograr un equilibrio interno.En un primer momento mi reacción ante la palabra meditación ha sido de temor irracional. Supongo que siempre he relacionado esa práctica con gente un tanto apartada del mundo, con personas un poco piradas, vaya. Me da miedo acabar con el pelo rapado y una túnica color azafrán viviendo en una comuna. ¡Con lo influenciable que soy yo!

Recapacito. Estoy dispuesta a plantarle cara al miedo. Quiero hacerlo como primer paso para recuperarme a mí misma. Reflexiona, Sara ¿de dónde proviene ese temor que no tiene fundamento sólido?. De la ignorancia, creo, del desconocimiento. Bien, por supuesto yo puedo contra eso. Al fin y al cabo soy una experta en documentarme.

Recopilo libros sobre el tema y me siento un rato a solas con mi amigo Google. Estoy segura de que él me va a echar un cable.

En unas horas tengo toda la información que necesito. Resulta que que hay un montón de estudios sobre la meditación. Los investigadores de varias universidades estadounidenses, entre ellas Harvard y Yale, han demostrado que la práctica de la meditación reduce el estrés, la hipertensión arterial, potencia la memoria así como la intuición, favorece la creatividad, incrementa la actividad de las emociones positivas y elimina más fácilmente las negativas como la cólera y el miedo. Y lo más importante para mí: ayuda a tomar conciencia de uno mismo, te pone en contacto con tu yo interior. Y todo se logra desde casa, sin túnicas ni pelo rapado. Vamos, ¡que esto es la bomba!. Ya me quedo más tranquila...

Cuando empecé a practicar yoga, me compré un libro muy divertido y profundo a la vez, “La rueda” de Claire Dederer. Describe la meditación de una forma muy hermosa. Dice que si quieres ver animales salvajes, tienes que adentrarte en el bosque y permanecer absolutamente inmóvil. Si lo haces bien, los animales se acercan. De la misma manera, si dejas la mente quieta, tu propio yo, ese que no se preocupa por los deberes y las minucias de la vida se acerca y se da a conocer. Eso es lo que yo quiero.

Voy a empezar ya. Es el momento. Estoy sola en casa y me siento preparada. No obstante, cuando lo pienso, experimento una sensación de remolino en el interior de mi cuerpo, en una zona indeterminada alrededor del ombligo.

Primero debo elegir la ubicación. No sé si habrá algunas pautas para escogerla, no he encontrado nada al respecto, así que voy a optar por un lugar donde me encuentre cómoda.

En mi dormitorio no hay demasiado espacio, la cama ocupa demasiado. La habitación que uso como despacho está bastante desordenada. No creo que por aquí fluyan demasiado bien las energías...
Me decanto por el salón. Hay espacio suficiente y la temperatura es agradable. Vale. Creo el ambiente idóneo. He leído que al principio puede ayudar una música suave para evitar las influencias externas. Acerco el portátil, hay un programa llamado Spotify con el que se pueden crear listas de reproducción de la música deseada. Me han recomendado que utilice la palabra reiki como palabra clave para la búsqueda. Lo hago. Aparecen un montón de resultados. Escojo unas cuantas canciones. Suficiente. Le doy a reproducir y comienza a llenar el silencio una música muy suave con tintes orientales.

Enciendo una varita de incienso con olor a jazmín. Mi profesora de yoga me ha dejado un bloque de los que utilizamos en clase para mantener la postura . Se trata de una especie de ladrillo de un material similar al corcho. Lo coloco en el suelo. Acomodo las rodillas a ambos lados y me siento a horcajadas sobre el bloque. De esta forma el peso de mi cuerpo no descansa en mis talones, sino en el corcho. He leído que hay banquitos específicos para estas prácticas, pero de momento probaré con esto.

Empiezo. Cierro los ojos. Acompaso la respiración y me concentro únicamente en ella. Inspiro y siento cómo el aire llena de energía todo mi cuerpo. Espiro y noto cómo se va vaciando. Sigo concentrada en la respiración, relajándome...

Me tengo que comprar un libro específico sobre el tema meditación. ¿Dónde venderán ese tipo de libros? Si no encuentro ninguno en las librerías lo puedo pedir por Internet...

Un momento, ¡eso no es respiración!... No importa. Es normal. Es casi imposible dejar de pensar. En varios artículos he leído que cuando lleguen los pensamientos, simplemente no hay que prestarles demasiada atención, hay que dejar que se desvanezcan. Lo importante es crear un espacio sin acción mental cada vez más largo.

Tengo que imaginarme que estoy mirando el cielo. Las nubes, que son los pensamientos, aparecen y las veo, pero no las sigo con la mirada. Las dejo pasar y sigo concentrada en el cielo.

Sigo con la respiración. Inspiro, espiro. Me relajo cada vez más... Huele bien este incienso, está bastante logrado el aroma del jazmín. Me recuerda al olor de los jardines de Túnez, el olor del verano... Otra vez. Que pase la nube. Inhalo, exhalo. Mejor. Noto los miembros cada vez más pesados..

¡La madre que los parió! ¡El Spotify tiene publicidad y acaban de poner un anuncio de coches a todo volumen! ¡Qué susto! Con lo relajada que estaba, casi se me sale el corazón por la boca...

Bueno, elijo una canción lo suficientemente larga como para que no haya más interrupciones. Esta dura veinticinco minutos. Bastará.

Respiración. Inspiro, espiro. Me concentro en el ir y venir del aire. Adentro, afuera. Mucho mejor. Estoy empezando a estar fuera del tiempo. No sé cuánto ha transcurrido. Es curioso, no siento demasiado mi cuerpo porque no pienso en él. Lo único que siento es un vacío que, sorprendentemente,no es terrible sino prometedor. Intento exprimir al máximo esta sensación y, sin embargo, entonces desaparece. El momento mágico ha pasado, pero ha existido. Probablemente vuelva...

Abro los ojos, los tengo húmedos. Miro el reloj: han pasado quince minutos. Me levanto poco a poco. Se me han dormido los pies y apenas me sujetan. Comienzan a reaccionar al movimiento que he iniciado con fuertes calambrazos que indican que poco a poco se van despertando.
¡Qué dolor! Me río. Me duele pero me río. Porque siento una alegría extraña, y bienestar, y ligereza...


4 comentarios:

  1. Ya no lo voy a posponer más. Me has convencido y voy a empezar con la meditación. Tengo incienso, tengo ganas, tengo un sitio en el que me encanta estar y que me relaja y siempre lo pospongo porque me parece que no me va a salir. Si no lo intento claro que no lo voy a conseguir.
    Ya te contaré.

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    1. De una u otra manera, sale. Y lo que es seguro es que relaja...

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  2. La verdad es que de la forma que lo describes apetece.

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