“Nunca tienes tiempo suficiente
para hacer toda la nada que quieres”
(Bill Watterson)
Hoy llego a judo con tiempo, para
variar. He dejado al niño tranquilamente y voy a la cafetería con
paso relajado. Sara aún no ha llegado y veo a Elena, de espaldas,
acodada en la barra. Me acerco.
-Hola- le susurro al oído cuando estoy justo detrás de ella.Se sobresalta.
-¡Qué susto me has dado! No me he dado cuenta de que venías. ¿Qué quieres tomar?-
-Un cortado con sacarina.- contesto- Mi madre siempre dice que cuando alguien se asusta de esa manera, es porque no tiene la conciencia tranquila. ¿Qué escondes?- sigo mientras por el rabillo del ojo veo el café con leche y el croissant que tiene enfrente. ¿Pero esta no había empezado a hacer régimen?
-¿No estabas a dieta?- le pregunto.
-Tú lo has dicho, estaba.- y empieza a llevar las consumiciones a la mesa.
-¿Y por qué la has dejado?- intento averiguar mientras nos sentamos.
-Porque creo que no me compensa. Es un sacrificio y no veo el resultado.-
Pero ¡cómo vas a verlo si llevas cuatro días, mujer de Dios! Pero no se lo digo .
-Bueno, tú sabrás, ya eres mayorcita.- respondo claudicando.
No sé por qué, pero me enfado. Sé que no es asunto mío, pero me revienta la poca voluntad de las personas. Elena es una mujer estupenda, sabe lo que quiere y, sin embargo, por pereza, ni siquiera va a por ello.
Relájate, Irene, no tienes que educarla, no es tu hijo. Y, sin embargo, me cuesta contenerme para no soltar una reprimenda. Ya estamos con esa desagradable sensación de rabia en la boca del estómago.
Llega Sara sonriendo. Pide una infusión de las suyas y se sienta.
-Hola chicas, ¿qué tal el fin de semana?-
-Estupendamente- respondo con una sonrisa. Paseo. Comida en casa de mi suegra. Preparar la ropa para la semana. Pero no lo digo.- ¿Y vosotras?-
-Yo genial- responde Sara- Hemos estado con unos amigos y un montón de niños en una casa rural en medio del monte. La verdad es que ha sido una locura, pero muy divertida.!-
-¡Uy qué pereza me dan esos planes!- comenta Elena- niños, propios y ajenos, por todas partes y un montón de cosas por hacer...
De hecho, mi fin de semana no es que haya sido de descanso precisamente: he estado organizando los armarios. Ya sabéis, cambio de estación. En estos momentos tengo la casa patas arriba porque he sacado la ropa de invierno pero aún no he guardado la de verano. ¡Menos mal que tengo un dormitorio de sobra!-
Me da escalofríos imaginarme la casa de Elena. Intento ayudar. Siempre prometo que no voy a entrometerme, pero finalmente lo hago:
-Vete por partes- aconsejo- Empieza y termina una zona del armario; por ejemplo las estanterías, o los cajones. Así, aunque no termines de organizar todo en un día, acabas algo que has empezado, y evitas el desastre.-
-Tiene sentido- responde.- A ver si me pongo las pilas.
- ¿Has leído el libro que te dejé?- le pregunta Sara excitada cambiando de tema- ¡Tengo unas ganas de comentarlo con alguien...!-
-No te voy a mentir, no lo he empezado.- Elena parece un poco avergonzada- La verdad es que no encuentro el momento.
¡Uff! En el rato que llevamos juntas ya han salido a la luz el desorden de mi casa, la pereza para leer un libro y la dejadez con la dieta. Soy un desastre.-
Silencio. ¡Pues claro que eres un desastre!
-Organización y disciplina- aconsejo – No hay más.-
-Creo que de eso no tengo, yo me dejo fluir- contesta Elena y se ríe. Pero, ¿por qué se ríe?
-Vamos a ver- interviene Sara- Yo también pienso que es un error intentar ser algo que no eres. Tú no eres una persona disciplinada y ordenada y punto. Te aterran de tal manera las normas sociales y las obligaciones que para oponerte a ellas las rehuyes.
Disfrutas un montón de la vida, y eso se ve, pero disfrutas cuando pones toda tu energía en el momento, no cuando te ausentas de él, cuando lo pospones.
La pereza, en realidad, no es nada. Es descansar antes de estar cansada. Es ausencia de energía. Eso no es fluir, Elena, no te equivoques.-
-Vale- musita dejando caer los hombros abatida-
Y ¿cómo hago para vencer a la pereza? He intentado organizarme, ser
disciplinada, pero no lo consigo.-
-Porque tú no eres así- responde Sara
casi gritando. Cuando se da cuenta baja el volumen.- Si intentas algo
y no te da resultado, no vuelvas a ello una y otra vez. Solo vas a
conseguir frustración y culpa. Atrévete a probar caminos
diferentes...-
-Ya, y desde mi perezosa forma de ser, ¿qué camino tomo que sea el correcto para superarme?-
-Acuérdate del puzzle y de la teoría del ensayo-error. Lo dijiste tú- continúa Sara con pasión- pero varía, se creativa. Einstein decía que no podemos resolver los problemas usando el mismo tipo de pensamiento que cuando los creamos.-
Pienso que tiene mucho sentido y lo digo:
-Creo que tienes razón.- Elena asiente y yo pienso más en mis propios demonios que en sus problemas.- Pero desde qué otro punto de vista se pueden abordar las dificultades.-
-Depende de cada uno- responde Sara
irradiando una seguridad que desarma- Tu problema ha sido creado
desde la pereza, Elena. Para resolverlo nada mejor que la acción y
conociéndote, y tu concepto de acción, deberías tomártelo como un juego...
Me siento identificada con las tres en diferentes momentos.
ResponderEliminarSupongo que dentro de todo el mundo hay un poco de cada una.
EliminarTotalmente de acuerdo. Si pudiéramos filtrar lo bueno de cada una ¿eh?
ResponderEliminarPues seríamos perfectos. Pero igual de tan homogéneos un pelín aburridos ¿no?
EliminarAcabo de descubrir el Blog y ¡me encanta!.Me lo he leido todo de un tirón. ¡Sigue así!
ResponderEliminar¡Muchísimas gracias! Te aseguro que lo intentaré. Bienvenid@
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